La ‘cultura de nuestro tiempo’ funda su propia
religión sobre las pretendidas cenizas de la religión de nuestros padres.
Cultura de un consumo incontrolado. Porque ‘sólo eso nos da felicidad’. El
temible dios de nuestro tiempo. Cultura de la saturación y del despilfarro, a
costa de una destrucción ‘progresiva’ de la naturaleza y del medio, so pretexto
de ‘modernizar’ el campo y su fuerza de producción, para que sea reflejo de ‘la
ciudad’. El mundo rural y campesino, en el reducido medio que es su seña de
identidad. Testigo y guardián de sus tradiciones, libro-relato de su relación
con la naturaleza y con lo sagrado, noble herencia que hasta entonces recibían
los hijos. La culpa es ahora pecado de burguesía: hacer siempre ‘lo que está
permitido’ y no hacer lo que está prohibido, sin importar que alguien haga lo
que no está prohibido. Mi ‘culpa’ es ser ‘obediente, desobedeciendo’.
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